El sol aún no aporta claridad en el horizonte cuando Yadder, un chaval de 14 años, va a su quehacer diario de alimentar, ordeñar, cuidar y limpiar a las 27 vacas y los 14 terneros que forman la explotación ganadera de don Julio en una de las comunidades de El Triunfo, uno de los pueblos que forman el Departamento de Choluteca, en el sur de Honduras, muy cerca de la frontera con Nicaragua.
Pese a ser una tarea dura, dice que le gusta, que no le cuesta madrugar y además se siente responsable porque su sueldo es prácticamente el único dinero que entra en su casa -en el mismo recinto de la vaquería –en la que vive con sus siete hermanos. Una de sus hermanas, que tiene 12 años y acaba de terminar el Sexto Grado (equivalente a la Primaria de aquí) en la escuela de El Cedral, vende los tamales que hace una de sus tías. Los ‘beneficios’ se puede decir que apenas son simbólicos, aunque algo ayudan a la economía familiar.
Yadder, con una voz apenas perceptible, cuenta, mientras ordeña con maestría una de las vacas, que tuvo que dejar la escuela apenas sabiendo leer y escribir. Había que trabajar, no quedaba otra. Los estudios pasan a un segundo plano cuando el hambre y la pobreza aprietan los estómagos y los cuerpos. La cabeza no está para letras, números, dibujos o la historia del indio Lempira, personaje de leyenda en la nada idílica historia de Honduras.
Pero Yadder quiere recuperar el tiempo pasado y asegura que este próximo curso se va a matricular en el IHER (Instituto Hondureño de Educación por Radio), que le permite compatibilizar el trabajo con el estudio, ya que sólo tiene que acudir a clase los sábados. El resto de la semana tendrá que ganarle tiempo a la noche para estudiar y hacer la tarea a la luz de un candil. No será fácil, pero está convencido de que conseguirá lo que quiere: ser agrónomo.
El caso de Yadder no es raro en Honduras y más en las zonas rurales. Muchos chicos y chicas tienen que dejar de estudiar por falta de medios. Con suerte terminarán los seis cursos de la Básica, pero no todos podrán dar el salto al Instituto. Los que si lo hacen durante otros seis cursos se graduarán en distintas especialidades –Contaduría, Administración de Empresas, Informática, Técnico Agrícola, Salud Comunitaria, Magisterio…-, que pueden servirles para ver el futuro con un poco más de esperanza en un país que está situado en el último lugar de los países latinoamericanos dentro del Índice de Desarrollo Humano.
Desde su fundación hace 17 años, Sintiendo el Sur ha apostado por la Educación y de ahí el Programa de Becas que desarrolla en El Triunfo para que los chicos y chicas con carencias económicas puedan estudiar en el Instituto. En estos momentos el número de becados es de 100, cifra que se va renovando según los graduados que haya cada Curso -181 en los últimos nueve años- o de aquellos que por diferentes circunstancias han dejado de estudiar.
Las Becas de Sintiendo el Sur son por seis años, con una aportación mensual de 20 € por parte del donante. El dinero se emplea fundamentalmente en uniforme, ropa deportiva, material escolar, transporte para aquellos alumnos que viven lejos de El Triunfo…